Como es de todos sabido y
según su esposa ha permitido que se haga público, el afamado actor Robin
Williams decidió quitarse la vida. Sucesos como estos, que conmocionan a la
opinión pública, traen inevitablemente consigo una pregunta: ¿cómo es que
alguien con tanta fama, prestigio, dinero, comodidades y lujos, puede llegar al
punto de tomar semejante decisión?
Hace un par de años, mientras
caminaba con mis padres por las calles de Nueva York, una multitud miraba hacia
un edificio en cuya cima se podía ver a un hombre sentado sobre el borde. Los
telediarios informaron más tarde que se trataba de un hombre que quería
suicidarse a causa de que una editorial se había rehusado a publicar un libro
de su autoría.
En tiempos de Jesús fue uno
de sus discípulos, el apóstol llamado Judas Iscariote, quien tomó esa misma
decisión. La decepción que se provocó a sí mismo al haber entregado a un hombre
inocente abatió su conciencia a tal grado que no pudo resistir, de modo que
prefirió quitarse la vida antes que seguir viviendo con tan amargo recuerdo.
Un famoso como Williams, un
hombre afrontando el fracaso como el suicida del edificio en Nueva York, y un
religioso que anduvo con Jesús durante tres años como Judas Iscariote, los
tres, tienen algo en común: eligieron morir. ¿Por qué?
Propongo tres respuestas a
tal interrogante:
1-
Porque la razón de vivir no está en lo que
posees.
2-
Porque la razón de vivir no está dentro de
ti.
3-
Porque la razón de vivir no está en tu
propia búsqueda de Dios.
La razón de vivir no está en lo que posees.
Durante su andar entre
nosotros, Jesús nos dejó valiosas lecciones sobre nuestro propio caminar en
este mundo. Una de ellas tiene que ver con la satisfacción y el contentamiento.
La insatisfacción es uno de los peligros más graves y ocultos en el corazón del
hombre; es el pecado que no se ve, el décimo del decálogo: la codicia. Si te
dejas llevar por la codicia, sentirás que nunca tienes lo suficiente, y que lo
que quieres es inalcanzable. La codicia produce neblina alrededor del
precipicio, nubla y enceguece el buen juicio. Uno de sus síntomas es la
avaricia, que no consiste solamente en negarte a compartir lo que tienes, sino
sobre todo en creer que lo que posees le da valor a tu vida. Es por eso que
Jesús nos enseñó:
“Miren, y guárdense de toda avaricia; porque la vida del hombre no
consiste en la abundancia de los bienes que posee”. (Lucas 12:15).
Jesús quería producir en
nosotros la convicción de que la abundancia de bienes no puede convertirse en
nuestra razón para vivir, pues si lo fuera, estaríamos permanentemente
insatisfechos, dado que aún el hombre más rico siempre puede tener más. Todo
creyente, sin embargo, lucha contra la inclinación carnal de afanarse todos los
días por la obtención de posesiones para la vida, razón por la cual Jesús
advirtió y animó a los suyos diciendo:
“No se afanen por su vida, qué comerán; ni por el cuerpo, qué
vestirán. La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido”. (Lucas
12:22-23).
Nuestra razón de vivir,
ciertamente, tiene que ver con lo que atesoramos cada día. Es por eso que
nuestro tesoro debe ser Dios. Y Dios solamente.
“Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón”. (Lucas 12:34).
La razón de vivir no está dentro de ti.
Cuando llega el desánimo,
vienen también los imparables cuestionamientos internos. Y con ellos, también,
razones de sobra para desear la muerte. En tales circunstancias queda claro que
la razón de vivir no puede estar dentro de nosotros.
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios
no tiene la vida”. (1 Juan 5:12).
Sólo se puede decir que
tienes la vida si Cristo está en ti. Si tienes a Cristo y tienes la vida,
entonces aprecias la vida a pesar de las dificultades. Es entonces cuando las
tempestades y los fracasos que sufrimos cobran sentido: las pérdidas, el dolor,
las pruebas y las tribulaciones que padecemos contribuyen a formar el carácter
de Cristo en nuestras vidas. Sin él, todo parece acabado; con él, todo es
formación. Sin él, todo luce vacío; con él, todo está completo.
Judas por su parte,
careciendo del Hijo, se ahorcó en un madero porque la ley demanda que el
agresor sufra el mismo castigo que su víctima inocente, que en este caso fue
entregada a morir en un madero. Sin Cristo, Judas tomó el castigo y se condenó
al mismo infierno. Con Cristo, Judas habría corrido a refugiarse a la cruz, al
madero donde nuestro sustituto llevó sobre sí el pecado del engaño y de la
traición para que todo aquel que en Él cree tenga vida. Es claro que Judas se
quitó la vida porque trató de encontrar en sí mismo lo que sólo puede ser
hallado en la cruz: la razón de vivir que sólo está en Cristo.
La razón de vivir no está en tu propia búsqueda de
Dios.
Muchos buscan a Dios “a su
manera”. Pero a su manera, jamás lo encontrarán. Dios no sólo está en las
bendiciones, o en las respuestas a nuestras oraciones. Dios no sólo está cuando
todo sale bien, o cuando alguien a quien amamos sana de su enfermedad. Dios no
sólo está cuando todo funciona, o cuando alguien nos provee el dinero o el bien
material que necesitábamos. Dios no sólo está cuando nosotros queremos que
esté. Dios está siempre.
Todos dicen amar a Dios
cuando todo está a su favor, cuando este mundo les sonríe, cuando todo marcha
viento en popa. Pero cuando las cosas salen al revés, cuando viene la
adversidad, muchos terminan por pensar que Dios es un mito, o que sólo reinó en
los buenos tiempos. En contraste, luego del peor momento de su vida, el gran
rey Nabucodonosor expresó:
“Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él
hace según us voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra,
y no hay quien detenga su mano y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35)
Es Dios quien busca al
hombre. No es el hombre quien busca a Dios. Si alguien está perdido y es
hallado, este es el hombre. No Dios. Por tanto, no es tu propia búsqueda de
Dios, ni tu propio concepto de él, ni tu manera de relacionarte con él, lo que
le dará sentido a tu vida. La razón de vivir, pues, no está en lo que posees,
tampoco está dentro de ti, ni en tu propia búsqueda de Dios. La única y
verdadera razón de vivir en este mundo es Cristo, Aquel que dejó su trono en el
cielo y bajó a buscarte. Porque el perdido aquí eras tú. ¡Elige vivir!
1 comment:
Gracias por este escrito, esta mañana al abrir mi Facebook alguien había compartido esta foto, yo no soy cristiano, pero he estado con depresión y había decidido quitarme la vida hoy mismo, pero al leer estas palabras decidí vivir y hoy quiero buscar a este Jesus que usted menciona, vivo en Florida, donde puedo buscar una iglesia por acá en el area de Miami quiero buscar a Jesus urgentemente lo necesito gracias
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